«Los Santos» y «Los DIfuntos»

 

MAGOSTOS

http://www.leonvirtual.org/leon-genuino/costumbres/castanas-magostos-castaneros-y-maquinas-de-tren/

PECULIAR TRADICIÓN GASTRONÓMICA DE TODOS LOS SANTOS:

La tradicional «Tapa de Ajo» en Santa María del Páramo. Sólo se prepara, según costumbre, este día del año. Una modestísima exquisitez en todas las casas y establecimientos hosteleros de la localidad ¡Conviene acercarse …!

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«Los santos»

Cuando las ánimas echan a andar

a la santa compaña, en león, se le llama ‘la Güeste’, un término que deriva de ‘Hostis antiqua’ (el ejército antiguo), y es también una espectral procesión que vaga por los campos para llevarse a algún alma al más allá

Nicolás Bartolomé Pérez/ Emilio Gancedo
D.L. 17/11/2013   

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/cuando-animas-echan-andar_844485.html

Hay un momento del año el que las ánimas, los espíritus de los paisanos, se echan a los caminos. Y es en esa época, el mes de noviembre, o como antaño se conocía en León, el ‘mes de los santos’ o ‘de las ánimas’, cuando se concentran una serie de creencias y celebraciones en las que la cultura tradicional recuerda de manera especial a los difuntos. Costumbres a las que recientemente, y sobre todo en ámbitos urbanos, se ha unido una fiesta de Halloween que llega desde la cultura anglosajona aunque sus orígenes son muy antiguos: para encontrarlos quizá haya que remontarse a la festividad celta de Samhain —la víspera del uno de noviembre— en la que, según el folclore irlandés, los límites entre el mundo de los vivos y el Más Allá se diluían y los muertos volvían por unas horas a la tierra para reunirse con sus descendientes.

Pero hoy nos interesa destacar una creencia mitológica que se ha mantenido en zonas rurales de nuestra tierra como es la de las procesiones fantasmales de almas en pena. La primera referencia a este tema en tierras del antiguo reino de León la encontramos en el Auto de los desposorios de Moysen, escrita en Salamanca alrededor de 1570, y donde se cita varias veces a la «mala güeste».

En otra obra literaria con fuerte impronta leonesa, la novela picaresca de principios del siglo XVII La Pícara Justina, su protagonista describe cómo una tropa de canónigos vestidos de blanco iban entrando por diferentes puertas de la Catedral de León, y que Justina comparó con la «hueste». Esta «güeste» o «hueste», que derivaría de la expresión Hostis Antiqua («el ejército antiguo»), debió de ser inicialmente una tropa de muertos semejante a los ejércitos de guerreros del panteón pagano de los pueblos nórdicos, y que con el cristianismo pasó a convertirse en procesión infernal o de demonios para llegar finalmente a conformar un mito antes común a toda España, el de la estantigua (‘hueste antigua’), descrito como procesión de ánimas en pena, y que ha mantenido en el noroccidente peninsular un singular arraigo, en creencias como la santa compaña en Galicia o la güestia en Asturias.

La cultura popular leonesa también guarda el recuerdo de este mito al que se dan nombres como güeste, huéspeda de ánimas, santa compañía, procesión das ánimas o la buena gente (a buena xente, en el habla leonesa de Forniella). Todas estas denominaciones aluden a una entidad mitológica formada por una comitiva espectral que se manifiesta ante los vivos por la noche en los caminos y también ante los enfermos moribundos con el fin de anunciar una muerte, o bien para llevarse a alguien al Más Allá. Nuestra tradición advierte de lo peligroso que es tratar con estos espectros y apunta algunas claves para evitar que puedan causar mal, por ejemplo, trazando un círculo rápidamente que aísle a la persona viva del contacto con los muertos, pues resulta letal tocar a los espectros; también hay que evitar aceptar nada de esa comitiva. Algunas leyendas leonesas destacan la importancia de la mortaja con la que se presentan las ánimas, recalcando que estos hábitos mortuorios con los que se enterraban antes a los difuntos impedían a los condenados entrar en el infierno y quedaban condenados así a vagar por la tierra a la espera de que alguien les pudiera quitar esa vestimenta. Resulta fascinante constatar cómo estas procesiones de muertos tenían su correspondencia real con el ceremonial que acompañaba al viático: el cura acudía a administrar el sacramento acompañado por los vecinos o por los miembros de la cofradía a la que pertenecía, con velas y convocados a toque de campana; esta comitiva estaba precedida por una cruz entre dos faroles y a su paso la gente se arrodillaba. Los vivos se despedían así de su vecino agonizante, y las procesiones de ánimas se aparecían para recibirlo entre los muertos.

http://cuentanlosviejosdellugar.blogspot.com.es/2015_10_01_archive.html

SANTA MARÍA DEL PÁRAMO

Las ánimas, dueñas de la noche

Noviembre es, tradicionalmente, el mes dedicado a los difuntos. En una época en la que se ha importado la costumbre americana de celebrar la fiesta de Halloween, en el colegio de educación primaria de Santa María del Páramo

SANTA MARÍA.Armando Medina Corresponsal de Diario de León
D.L. 05/11/2002 http://www.diariodeleon.es/noticias/elparamo/animas-duenas-noche_49170.html

Foto Medina DLFoto Medina.

El mes de noviembre está dedicado a las ánimas desde que en siglo XI san Odilón, abad de Cluny, declarara el día 2 como especialmente consagrado para el culto a las ánimas que bagan por el purgatorio. Se les explicó a los niños, y también a los mayores, que curiosamente, esta celebración religiosa coincide con la fiesta del samain, que era la apertura del nuevo año solar en el calendario celta. Se conmemoraba también a los muertos, que volvían a la tierra durante tres días y podían llevarse a los vivos al país de la primavera eterna. No se puede olvidar la importancia de la cultura celta en la tradición popular de estas latitudes. Ya dentro de la tradición cristiana es costumbre el rezo por las benditas ánimas. En los pueblos leoneses, generalmente después de la cena se congregaba la familia en torno al fuego del hogar, rezando por los difuntos, por sus «obligaciones», como ellos decían, y se comían castañas. Existía la tradición, otra vez celta, de dejar la puerta entre abierta la noche de difuntos para que las ánimas entrasen a calentarse junto a la chimenea que ese día permanecía encendida toda la noche. Los inquilinos dejaban un puñado de castañas asadas sobre la mesa para que los muertos comieran mientras los vivos dormían. Quizá sea éste el origen del magosto. Costumbres en el Páramo Además en el Páramo hay la costumbre antigua de vaciar la remolacha dándole aspecto de calavera. Los chicos, ya de noche, rompían las bombillas que había a las entradas de las casas, llamaban a la puerta y salían corriendo dejando allí la calavera con una vela encendida dentro con el fin de provocar miedo. Así los niños del Benito León realizaron varias calaveras a partir de remolachas para no perder la tradición. En la representación se llevó a cabo también la huéspeda de ánimas, una tradición similar a la santa compaña gallega, pero en su versión leonesa. Los pequeños se disfrazaron de los cinco miembros que componen la comitiva, el desfile de los muertos. En cabeza va la estadea, es la más alta y porta una cruz de madera. La segunda lleva una bandera. La tercera un caldero con agua bendita, junto a un hisopo. La cuarta un farol y la quinta una campanilla. Todas ellas de riguroso blanco que deslumbra en la oscuridad, detrás la muerte, de negro guadaña en mano, y que provocó el pánico de un pequeño hermano de algún alumno que había acudido a la representación en los brazos de su madre. La huéspeda, en solemne procesión va salmodiando el siguiente verso: «¡Andar de día/que la noche es mía!», mientras con el hisopo mojan a los presentes. La leyenda de Isoba Además uno de los alumnos recordó un viejo romance leonés recogido por Menéndez Pidal en 1893 en Curueña, cerca de Riello y que bien podría ser un antecesor del Tenorio de Zorrilla por su similitud. Igualmente, otro alumno leyó la leyenda de Isoba que más o menos viene a decir lo siguiente: hay un pueblo carretera arriba desde Boñar. Más arriba existe un lago natural: el lago de Isoba. Cuentan los pastores que hace muchos años pasó por allí un peregrino pidiendo algo de comer y un lugar para pasar la noche pero nadie se apiadó de él. Llegado a la última casa del pueblo, le abrió una mujer. Le dijo que era pecadora pero le dio un poco de pan y le dejó dormir en el pajar. De noche, en sueños, el peregrino le dijo a la mujer que avisara al cura y se fueran de ese pueblo egoísta. La mujer lo hizo sin demora. Poco después se oyó un trueno y se escuchó una voz: «Húndase Isoba menos la casa del cura y la de la pecadora». Y una gran tromba de agua acabó con el pueblo, inundado para siempre. Desde entonces, algunas noches se pueden oir las campanas. Como punto final de la representación un ciego leyó unas coplillas que después vendió a los asistentes. Lo recaudado se entregó al cepillo de las ánimas de la parroquia. El magosto no pudo celebrarse el miércoles por el mal tiempo, y se trasladó a ayer lunes.

 

 

fonsado-com

http://www.fonsado.com/2012/10/celebraciones-de-difuntos-el-antiguo.html
martes, 23 de octubre de 2012

Celebraciones de difuntos: el antiguo cementerio de León.

Entrado ya el otoño, con la naturaleza perdiendo gran parte de su vitalidad, es la época propicia para meditar sobre el sentido de la vida y su final, el momento para recordar a los seres queridos que ya no están. Por eso, cercana la fiesta del 1 de noviembre, día de Todos los Santos, los cementerios nuevamente se convertirán en improvisados jardines. En estas fechas los camposantos se llenan de familias que visitan a sus seres queridos para invocar una pequeña oración, cubrir sus panteones con flores o adornos y asear, en lo que puedan, el aspecto del sepulcro.
El tiempo ha alterado sensiblemente esta arcaica costumbre, en la que mucho ha tenido que ver la pérdida paulatina de las referencias cristianas y el consumismo activo. Pocos recuerdan ya que son fechas señaladas: el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, y el 2 de noviembre, en el que se conmemora el día de los Fieles Difuntos. Mientras la primera es la fiesta de todos los santos anónimos y conocidos seguidores de Cristo, en el día 2 de noviembre se conmemora a todos los bautizados que han fallecido. Pero es el día 1, al ser día no laborable, el que acapara toda la atención y hace desaparecer, casi por completo, la celebración del día siguiente.

A principios del s. IX, el papa Gregorio IV trasladó la festividad de Todos los Santos de la primavera al otoño. Sin embargo, fue el emperador Ludovico Pío quien fijo definitivamente el día 1 de noviembre para esta celebración. La iniciativa de prolongar esta fiesta al día siguiente para rezar por todos los fieles o cristianos que, se suponía, se encontraban en el Purgatorio, fue iniciativa del abad de Cluny, San Odilón, a finales del siglo X.
Estas conmemoraciones, que aprovechaban un tiempo de cierto ocio que poseían las sociedades agrícolas medievales en el otoño, una vez finalizadas las faenas de recolección, se aunaban con otras fiestas profanas donde imperaban la fiesta, los cánticos, el baile y la comida abundante. En León sobresalen dos de este tipo: la matanza o sanmartino y el magosto o calbote. En esta última, al fuego de las lumbres que permanecen encendidas toda la noche, se asan castañas mientras se canta, baila, se bebe orujo y se narran cuentos e historias.

Hasta el siglo XVIII las celebraciones de difuntos se consumaban en el interior de las iglesias,  parroquias, conventos u hospitales, ya que hasta ese momento se mantenía la práctica medieval de enterrar a los fallecidos en ellos. El incremento de la población y, consecuentemente, el aumento de las defunciones, hace que estos lugares habituales se queden pequeños, lo que implica que en los últimos años del citado siglo, se comiencen a tomar medidas al respecto.

En España, Carlos III, mediante Real Cédula de 1787, dispuso una serie de instrucciones para que se suprimieran los enterramientos en los recintos sagrados o profanos de las poblaciones, ordenando la construcción de cementerios fuera de los pueblos y villas: “en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas de los vecinos”.
 

1) Fachada del Hospital S. Antonio Abad a la Plaza de Santo Domingo.
2) Entrada con la imagen del Santo. Corresponde a la actual calle Legio VII. A la derecha de la imagen estaría la iglesia de San Marcelo, a la izquierda el antiguo Consistorio.
3) Arco de Ánimas (ahora calle). Entrada al cementerio del Hospital.
En la ciudad de León, antes de la construcción del primer cementerio, se enterraba en las iglesias parroquiales, pero también en el Hospicio, en los conventos, en el hospital de San Marcos y en el hospital de San Antonio Abad, conocido como “el Malvar”. Esta última denominación se debía a que, además de hospital, era lugar de enterramiento (campo de malvas, planta que solía abundar en los cementerios –frase popular: “… criar malvas”-). Actualmente existe en la iglesia de Santa Marina una imagen procedente del antiguo hospital: “Nuestra Señora de la Piedad y Ánimas del Santo Malvar”, que es imagen titular de la Cofradía actual del mismo nombre.
El antiguo hospital de San Antonio Abad (antes del s. XV hospital San Marcelo), estaba situado en la Plaza de San Marcelo, junto a la iglesia, en el solar que desde dicha plaza alcanzaba la actual calle de Arco de Ánimas. Contaba con varias dependencias, incluido como hemos dicho un cementerio. Entre estas estancias, una muy conocida fotográficamente: el torreón de Almanzor, que, según se cuenta, estaba destinado a guardar la ropa de los enfermos. Su existencia finaliza en 1919 al venderse el solar a D. Luis González Roldán, que construirá el esplendido edifico actual (edificio Roldán), mientras que un nuevo hospital de San Antonio, todavía existente, se erige en los altos de la Nevera, al noroeste de la ciudad.
La nueva ordenanza de trasladar los fallecidos a los cementerios alejados de la población y no en los lugares habituales, no cala en la sociedad española ni tampoco en la leonesa. No es hasta 1809 cuando el Ayuntamiento de León prohíbe definitivamente el entierro en otros lugares que no sea el nuevo Cementerio Municipal o General, como se le denominó. El lugar que había sido elegido años antes para su ubicación, fue propiedad del Cabildo de San Isidoro y se encontraba al norte de la ciudad, en la margen izquierda de la carretera que lleva a Asturias y antes de llegar a la laguna de Cantamilanos. En aquella zona existía una antigua ermita bajo la advocación de San Esteban, que a mediados del s. XX y ya desaparecida, dará nombre al barrio que hoy conocemos: San Esteban.
Barrio San Esteban
Este primer cementerio se encontraba bastante alejado de la ciudad, ya que el casco urbano estaba limitado en aquel momento al recinto amurallado. Parece ser que el lugar elegido no resultó propicio, porque, según manifestaciones de los expertos de la época, los vientos predominantes del noroeste llevaban los aires viciados hasta la ciudad. Estas son las causas que motivaron que desde su inauguración ya se planteara su permanencia en el lugar y su traslado a otra zona.
Durante el s. XIX, siempre pendiente de su cierre, este primer cementerio sufre varias ampliaciones hasta su clausura definitiva en 1932, al comenzar las obras del nuevo camposanto de San Froilán, situado al sur de la ciudad, en la localidad de Puente Castro.

El espacio que ocupaba el antiguo cementerio ha pasado por varias vicisitudes desde su clausura. Son sucesos poco conocidos y algunos curiosos. Con una escasa superficie, ocupaba los solares que actualmente dominan el colegio de las Anejas, la antigua Maternidad y un pequeño jardín municipal anexo a ésta por el norte. Según comenta Serrano Laso, era un recinto rectangular delimitado al sur y norte por tapias con basamento y pilares de ladrillo, con paramentos posiblemente de adobe según la construcción leonesa de la época. Al este la entrada principal y al oeste la capilla.



Sin embargo, el solar de los edificios descritos es rectangular de norte a sur, por lo que, posiblemente, la capilla se encontrara hacia el norte y la entrada al sur, dejando las paredes de tapial paralelas a la carretera de Asturias. Esto concuerda más con lo que en los inicios de los años 60 llegué a conocer. En aquel momento se podía comprobar aún en la zona norte del solar, pocos metros antes de llegar a la sorprendente laguna de Cantamilanos, los cimientos de una importante construcción que coincide con la descripción que realiza de la capilla Serrano Laso: planta centralizada, en forma
de cruz griega inscrita en un cuadrado y con cuatro estancias angulares; aunque aunque bien pudieran tratarse de los cimientos de un importante panteón, como el de Don Secundino Gómez, del que luego hablaremos, y que se encontraba cercano a un cierre del recinto, posiblemente en el lado norte, según fotografía de 1900. Así todo, no queda claro.
En la parte central que ocupaba el cementerio se construyó en 1956 la “Casa de Maternidad e Instituto de Maternología y Puericultura” (hoy residencia de mayores Santa Lucia). Previamente, en 1941, el Ayuntamiento acuerda trasladar al osario del nuevo cementerio, los restos de los cadáveres que hubieran cumplido más de cinco años inhumados, además de otorgar a los familiares de los fallecidos un plazo para trasladar sus restos al nuevo camposanto.
Panteón de D. Secundino Gómez en el antiguo cementerio
(Noticia de la Ilustración Española y Americana en 1900)
Son muchas las tumbas y panteones que se abrirán y trasladarán a la nueva ubicación. Entre ellos destaca el panteón de D. Secundino Gómez, noticia que llegó a publicarse en 1900 en La Ilustración Española y Americana, por la suntuosidad de la construcción.Con el enorme movimiento de tierras que se produjo se trató de tapar la profunda laguna de Cantamilanos, sin éxito. Durante muchos años la laguna estuvo rodeada de enormes montones de tierra y escombros, que también se encontraban por sus.laderas, Allí siempre aparecían restos de todo tipo que señalaban su procedencia..
La imagen que ofrecía el edificio y el entorno de la Maternidad resultaba bastante curiosa. Al solar se le instaló en el lado este que linda con la Avda. de Asturias, la verja que se había retirado al famoso Chalet de Don Paco (doctor D. Francisco Sanz) ubicado en Ordoño II, y donde se levantó el antiguo edifico del Banco de España en 1950. Dicha verja, que aún hoy mantiene sobre su puerta el escudo ovalado con las iniciales FS sobrescritas (Francisco Sanz), solo ocupaba el frente, dejando la parte trasera y los laterales sin cerrar.
Diez años después de su edificación, la Maternidad todavía continuaba con un aspecto insólito. “El jardín” que la rodeaba no se cuidaba. La mala hierba crecía y se agostaba según la estación del año, mientras las tumbas abiertas en su momento para retirar los restos, se hacían notar al apelmazarse la escasa tierra con las que las cubrieron. En todo el entorno existían montones piedras, escombros y algunos cimientos de construcciones mortuorias cubiertas de maleza. También la arboleda, que muestran algunas fotografías antiguas, desapareció completamente; a mediados de los 60, solo quedaban dos altos, descarnados y secos cipreses.
Por el lugar paseaban ancianos, familiares y visitantes de las ingresadas y algunas madres convalecientes con a sus recién nacidos, mientras grupos de muchachos de la zona jugaban permanentemente entre las tumbas, como si tratare de un parque normal. Una simbiosis entre la vida y la muerte a la que nadie daba ninguna importancia. Hoy sería impensable, nos horrorizaría.

Aunque algunos recuerdos son vagos por la temprana edad, fuimos también testigos de la construcción en 1961 del Colegio de Graduadas Anejas a las Escuelas del Magisterio, conocidas como Las Anejas. Antes de su construcción, se escavaron todas las tumbas para extraer los restos de los difuntos no reclamados, antes de comenzar los cimientos del colegio. Durante muchos días los sepulcros permanecieron abiertos y las lápidas no reclamadas se utilizaron por el Ayuntamiento para reparar los bordillos de las aceras de alguna calle cercana, como Maestro Uriarte, donde se pueden observar todavía algunas inscripciones. Resulta interesante descubrir toda la variedad de los colores del mármol existente en la montaña leonesa, que se utilizaba habitualmente en el XIX para elaborar lápidas y panteones de nuestro cementerio: blanco, gris, rosado y azulado.

Con la construcción de la Maternidad y las Anejas, y algunos años más tarde, sobre los 80, con la realización del pequeño parque municipal anexado al primer edificio por el norte, quedaba ocupado totalmente el solar del primer cementerio que existió en la ciudad y que actualmente es prácticamente desconocida su existencia para la gran mayoría de los leoneses.- «El día de los muertos»- William Adolphe Bouguereau.
– Cementerio, día de todos los Santos.
– Noviembre, calendario Panteón San Isidoro de León.
– Magosto en León.
– Imágenes antiguas hospital San Antonio Abad.
– Nuestra Señora de la Piedad y Ánimas del Santo Malvar. Santa Marina de León.
– Torre de Almanzor/Edificio Roldán.
– Barrio San Esteban. Años 60.
– Gustavo Dore. Entierro campesino en León.
– Edificio Maternidad. Años 60.
– Idem. Años 50.
– Panteón Secundino Gómez. Antiguo cementerio.
– Verja chalet de Don Paco, Ordoño II/Avda. de Asturias.
– Escuelas Anejas.
– Panteón Secundino Gómez, nuevo cementerio.
– Lugar cementerio 1809 – 1932.

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